asconian's blog
PELEA A MUERTE DE DOS SOLDADOS 2
La guerra había terminado, pero no las cuentas pendientes. En el campo de prisioneros americano, bajo la rutina fría y silenciosa, Jimmy reconoció a Kurtz desde el primer día. Era él: el alemán del granero, el que casi lo mata… y el que, por un extraño motivo, decidió dejarlo con vida. Era su prisionero, el su amo.
Se miraban de reojo en los trabajos, en la fila de la comida, en los recuentos. Ninguno decía nada, pero el recuerdo ardía por dentro. Hasta que una noche, mientras el campo dormía, Jimmy se acercó al barracón más alejado. Golpeó la puerta con los nudillos.
Kurtz salió, serio, la sombra de la luna marcando sus cicatrices. Se quedaron frente a frente, en silencio, hasta que Jimmy habló con voz ronca:
—¿Por qué no me mataste?
El alemán lo sostuvo con la mirada, sin parpadear.
—Porque no soy una bestia. Porque luchabas como un hombre. Como yo.
Jimmy apretó los puños.
—No lo olvides: eras un nazi.
—Y tú un soldado americano. Los dos peleábamos por lo que nos dijeron que debíamos defender. Nada más.
El silencio se volvió insoportable. Jimmy dio un paso al frente.
—Necesito terminar lo que empezamos y reventarte a hostias.
-Te machaqué y puedo hacerlo de nuevo. Pero eres el amo ahora dice el alemán
-No hay huevos? dice Jimmy sacándose los galones
Kurtz alzó apenas la barbilla, con una media sonrisa cansada.
—Entonces, adelante.
Se miraron, no con odio, sino macho a macho, con la misma tensión que en el granero. Jimmy se sacó la parte de arriba del uniforme, Kurtz se despojó del traje de prisionero. Quedaron los dos con el pecho desnudo, músculos tensos, sudor perlándoles la piel bajo la luz de la luna, como dos gladiadores listos para la siguiente batalla.
Kurtz no estaba dispuesto a dejarse vencer, aunque sabía que si lo hacía podía pagar las consecuencias. Jimmy necesitaba la revancha.
—Quiero que luches con todo —advirtió, clavándole la mirada—. Como vea que me dejas ganar, te irá muy mal a partir de ahora.
El aire se cargó de electricidad. Ninguno pestañeó.
Y entonces, las hostias comenzaron a sonar detrás del barracón.
Se lanzaron el uno contra el otro sin pensar, sin técnica, solo fuerza y rabia contenida. Puños y codazos chocaban, hombro contra hombro, rodillas contra abdomen. Rodaron por el suelo de tierra, levantando polvo y hojas secas, arañándose, golpeándose con cualquier cosa a mano: un palo caído, un tronco pequeño, piedras.
Jimmy lo empujó contra la pared de un cobertizo y Kurtz respondió con un rodillazo que lo hizo tambalear. El americano lo derribó, pero Kurtz lo levantó de un tirón, empujándolo contra un árbol. Cada impacto era un choque de torsos, de respiraciones, de voluntad. Se movían rápido, impredecibles, como si la pelea fuera la única forma de comunicarse.
Poco a poco se fueron alejando del barracón, entre la hierba húmeda y los arbustos, hasta adentrarse en el bosque cercano. Allí, entre los troncos y la oscuridad, la pelea continuó: golpes, empujones, rodadas por la tierra y las hojas, cuerpos que chocaban y se levantaban con la misma intensidad. Ninguno cedía; eran dos hombres iguales, fuertes, sudorosos, respirando con fuerza, marcados por los combates pasados.
En un momento, Jimmy lo tenía de espaldas contra un tronco, sujetándolo con los brazos tensos. Kurtz lo giró de golpe y lo lanzó al suelo, cayendo encima de él, respirando en su cara, con los músculos pegados, el calor ardiendo. Jadeos y gruñidos llenaban el aire del bosque.
Fue entonces cuando todo cambió. Kurtz bajó la cabeza y lo besó, primero con violencia, luego con intensidad creciente. Jimmy se quedó rígido un instante, sorprendido, pero pronto devolvió el beso con la misma fuerza. Los dos cuerpos se apretaban, chocaban, se movían al ritmo de la pasión y la rabia contenida.
Se revolcaron por la hierba, los músculos tensos, las manos recorriendo la espalda, los hombros, la cintura. El sudor brillaba en sus torsos desnudos mientras jadeaban y se sujetaban con desesperación, chocando como en la pelea, pero ahora en un choque de deseo. Cada beso era un empujón, cada roce un recordatorio de su fuerza y de la tensión que los unía.
Jimmy lo tumbó sobre la hierba, y Kurtz lo sostuvo firmemente, respondiendo con igual intensidad. El beso del alemán fue el primero, pero Jimmy no se quedó atrás; sus manos recorrían la piel, sus torsos seguían chocando, el calor entre ellos subía con cada instante. Ya no había enemigo, ni campo de prisioneros, ni guerra. Solo dos hombres iguales, fuertes, consumiéndose en un choque de pasión y fuerza, jadeando, mordiendo, abrazándose, entrelazando lucha y deseo en la oscuridad del bosque.
Sus caderas colisionaron una y otra vez a su vez, sus penes endurecidos, ardientes como lava, se frotaban de forma frenética primero entre ellos y después los dos soldados bajaron sus manos hasta masturbarse, en un humedo climax final. Los jadeos se prolongaron durante horas. Había mucha sexualidad reprimida y sin saciar y aquellos bosques iban a ser testigos de dos cuerpos que necesitaban en el medio de tanto horror, encontrarse disfrutarse y explorar todo tipo de experiencias sexuales. La noche era larga nadie los iba a echar de menos.
Y así quedaron, frente a frente, ni vencido ni vencedor, solo dos cuerpos ardientes que se reconocían como iguales, respirando, pegados, conscientes de que la batalla había tomado un giro que ninguno esperaba.
Sibeasterus (13)
9/16/2025 8:57 PMNice continuation! Very interesting to read
asconian (9)
9/16/2025 9:50 PM(In reply to this)
Some followers asked me for that ending 😂
Sibeasterus (13)
9/16/2025 9:56 PMI'd like to read about many new matches between them. But wrestling matches only because rude fighting are impossible after the end of this story)))
asconian (9)
9/16/2025 10:07 PM(In reply to this)
But there could be other characters and other stories 😂. I wish both soldiers a happy life in peace time, and less punching.